Monday, February 25, 2013

Un lugar en el mundo


He llegado al parque Nacional Sierra de las Quijadas demasiado temprano. Montando la tienda de campaña siento como el sol brutal insiste en castigar mi piel y tengo que hacer el ensamblaje por etapas, resguardandome a la sombra de un tejadillo construido en la zona de acampada con el objetivo de, supongo, prevenir que los inconscientes campistas mueran de insolación acelerada. La cantidad de bichos voladores es pasmosa, he intentado echar una siesta pero es imposible conciliar el sueño con el revoloteo incansable de estas avispas de tamaño gigantesco que me rondan la oreja como si se tratase del centro comercial de moda. La última vez que acampé fue en Estados Unidos, al principio del viaje. Estoy ahora en Argentina, unos cuantos miles de kilómetros mas lejos… Así que he paseado la maldita tienda y el saco de dormir por toda centro y Sudamérica como quien pasea un perrito con ansias de ver mundo. No se si por vagancia o por miedo a la inseguridad que no he decidido a acampar hasta rodar en suelo argentino. Posiblemente sea una ilusión fantasiosa pero en este país me siento mas seguro que en ninguno de los que he pisado en mi viaje. Me recuerda mas a España, creo, y quizá sea esa la razón por la que me siento mas protegido. Menuda estupidez por otra parte, pues ni España es un lugar mas seguro que ningún país de Sudamerica y yo ni siquiera vivo en España. En fin, el caso es que aquí estoy, acampado y esperando a que el violento astro se ponga y me ofrezca una maravillosa y enternecedora puesta de sol en el mirador del parque, el mismo sitio donde el personaje encarnado por Federico Luppi en la película "Un lugar en el mundo" sintió haber encontrado su lugar.


Federico Luppi (Mario) en "Un Lugar en el Mundo"
De hecho esa es la razón fundamental por la que he parado aquí. Sin duda las A.A.G. (Avispas de Aspecto Gigantesco) no es lo que me ha movido a visitar el parquecito de marras. Resulta que la mencionada película me causó una profunda impresión cuando la vi con mis tiernos y adolescentes ojos, allá por los años 90, y habiéndose rodado en la comunidad de San Luis -Argentina- y pillarme mas o menos de paso en mi ruta hacia Ushuaia pensé que estaría bien visitar los lugares donde se creó esta fábula mitad historia romántica-mitad panfleto socialista que tanta mella hizo en el joven corazoncito de Don Solaris. Después de dejarme mis bellísimas retinas operadas a punta de láser en la pantalla del portátil buscando un maldito forum de frikis cinéfilos en el que se especificaran las localizaciones de la filmación y una guía paso a paso de como llegar, no encontré mas que el nombre de un pueblo. Entusiasmado por al menos saber de uno de los lugares donde Aristarain rodó su historia, enfilé mi paciente trasero y a mi querida Roro a la comunidad de Santa Rosa del Quinlara. 


Ernesto y Hans celebran ganar la carrera al tren.
Allí, Ernesto -el protagonista y voz en off- hacía carreras con su caballo Duncan al tren, consistiendo este entretenido pasatiempo en hacer galopar a la pobre bestia en una pista de tierra paralela al sendero férreo, con el sano objetivo de llegar segundos antes que la máquina al cruce de la carretera con las vías y pasar al otro lado evitando ser aplastado por el tren por escasos segundos, con el consiguiente cabreo del maquinista y la satisfacción del ganador. Hace 20 años que se rodó la película, y unos 20 años que se dejó de utilizar ese servicio de tren que transportaba a los pasajeros entre la ciudad de Mendoza y Buenos Aires. Las vías están ahora prácticamente escondidas, habiendo sufrido una invasión de insolentes hierbajos y tierra, aunque en algunos sitios todavía sobreviven. La estación permanece todavía en pie, y es ahora la casa particular de la familia Gonzalez. Esta gente encantadora no sólo me dejó entrar en su propiedad para ver la estación, sino que me ofrecieron de beber y hasta la señora de la casa me obsequió con unos huevos puestos por las gallinas que, curiosamente, viven en un corral encima de las vías. Sobra decir que estos son los huevos mas ecológicos-orgánicos-de corral-felices como perdices- que he comido nunca. Al cabo de unos minutos de conversación con esta familia ya me había olvidado de la razón de mi visita. Sí, habían visto la película. Sí, estaban allí cuando se rodó. Pero estaban tan interesados en la historia de mi viaje que el tema de conversación cambió rápidamente de "Un lugar en el mundo" a "Los viajes de Don Solaris y Roro". Al rato, el sol cayó sobre las olvidadas vías de tren y me marché con tres huevos cocidos, un par de melocotones y el corazón un poco mas grande dejando a mi espalda aquella antigua estación de ferrocarril donde el personaje de Hans conoce por primera vez a Ernesto, y 20 años mas tarde yo había conocido a la familia Gonzalez.


La antigua estación de Santa Rosa.

La amabilidad y hospitalidad de la gente me sigue sorprendiendo, y no acabo de entender por qué. Mi experiencia personal desmiente la idea de que todo el mundo, como decía mi antiguo amigo Roberto, son unos hijos de la gran puta desalmados y hay que masacrar a sus crías. Eso lo veo en las noticias todos los días, si, pero no en mi vida cotidiana. Al menos no en este viaje. Me pregunto si la idea de la hijoputez de la gente estará tan marcada a fuego en mi alma que por mucho que mis experiencias personales la contradigan seguirá insistiendo y apoyando la idea hobbesiana "el hombre es un lobo para el hombre", y todo lo contrario no es mas que una rareza y digno de ser admirado como algo excepcional. En cualquier caso me he desviado del tema de este post, la película "Un lugar en el mundo". Decía que es en esa estación donde Hans, encarnado por el gran actor José Sacristán llega por primera vez a la comunidad de Santa Rosa del Quinlara.

Hans, el geólogo.

Hans es geólogo y tiene una luz especial para ver el alma de las piedras (piebras, que diría una antigua profesora mía con un par de tics muy molestos y un par de, en fin, no tan molestas). Mostrándole a un grupo de niños con esa luz ultravioleta el prodigioso interior de las piedras, especifica que con las personas no sirve. En mi opinión Hans no necesita ninguna luz para ver el alma de la gente. El tipo es un cínico de cojones y cree que en un mundo sin escrúpulos "al Sur del río grande", la única opción razonable es luchar por uno mismo. Su facilidad para ver el interior de la gente hace que sus principios cambien, en un día que él califica irónicamente como "un mal día". Hans Envidia a Mario (Luppi) por ser éste un "frontera", es decir alguien que no ha sido corrompido todavía, una persona con ideales firmes y que lucha por ellos cada día. Envidia la falta de cinismo y la voluntad por seguir adelante en un mundo que no hace sino pegarte patadas en dirección opuesta. Le admira profundamente por su coherencia y sus principios, su firmeza y su constancia. Hans se rindió, como tantos hacemos a veces, a esa realidad tan dura que el mundo nos muestra tantas veces: Mas vale que no perdamos el tiempo en otra cosa que preocuparnos por nosotros mismos porque nada merece la pena, la batalla está perdida antes de comenzar. El cinismo es una cualidad que se adquiere con los años. Es lo que en otras palabras definíamos, cuando éramos niños y con ese inaguantable tonito pueril que en las comedias de situación queda tan tierno, como el "hacerse mayor". Es una respuesta muy humana y basada en el instinto de supervivencia, una forma de protegerse contra las hostias que nos propina la vida. Ser idealista cuando uno es joven es fácil. Lo jodido es ser un idealista después de haber recibido bofetada tras bofetada durante varios años seguidos. Por eso no hay tantos "fronteras" en el mundo. Es demasiado doloroso. 

Mario, en el paraje árido y desolado de San Luis, afirma haber encontrado su lugar en el mundo. Esa última escena fue la que Aristarain rodó en el parque de las Quijadas, donde hoy llegué y el sol me abrasó mientras montaba la aburrida tienda de campaña. Hay algo en ese espacio, lejos del lugar de nacimiento de Mario, que le lleva a la conclusión de haber encontrado la tierra donde vivirá el resto de su vida, y donde morirá. La mayoría de la gente muere en el mismo lugar donde nació. No sienten la necesidad de encontrar otro sitio, o mas bien no tienen la capacidad de salir a buscarlo. Bien por comodidad, por razones económicas, familiares o vete tu a saber, la gran mayoría de los seres humanos nacen, viven, se reproducen y -como el Cucal aerosol hace con las cucarachas- mueren en la misma ciudad, y mas de uno en el mismo barrio. Luego hay otros, como el personaje interpretado por Luppi y el que subscribe, que no sienten la ciudad donde nacieron como su lugar. Y deciden probar en otros sitios, en un constante peregrinar por el mundo, en busca de un emplazamiento que les haga sentir "en casa". No se si ese es el propósito de mi viaje, o si es incluso realista pensar que a estas alturas voy a encontrar el sitio ideal que me haga sentir que por fin estoy en casa, que no soy un inmigrante. El problema es que buscando y buscando a uno se le pasa la vida. Pensando en como vivir tu vida, se te pasa la vida. Imaginando, soñando en tu vida ideal se te pasa la vida real y cuando te quieres dar cuenta estás hecho un anciano al que hay que cambiar los dodotis cada vez que se caga encima. Y luego te mueres, y ya. Bueno si, el tema de la vida eterna es un consuelo para los creyentes. Pero bajo el supuesto de que el asunto divino sea una invención humana (y todo indica a que así es) y no haya ni recibimiento de la familia bendita ni banquete celestial ni -en el caso del Islam- putas gratis, uno se muere y punto. La vida se le fue de las manos mientras soñaba con vivir una vida perfecta. 

Algo me da miedo, y es que la vida se me pase buscando mi lugar en el mundo. Además, pensándolo bien, creo que sería una putada encontrarlo, pues una vez allí, que excusa tendría para seguir viajando? 


Don Solaris emulando a Federico Luppi en la Sierra de las Quijadas, San Luis, Argentina.
Roro, como el caballo Duncan.
Hans, Mario y Ernesto.











La hierba va invadiendo las vías.
Luz lunar en un lugar en el mundo.


Wednesday, February 20, 2013

God lives here



Leaving Ecuador and entering Peru, especially after having traveled around Colombia first, feels like a kick in the nuts. I’ll illustrate this for the female readers out there, who should feel lucky for never having to fear an attack on their precious scrotum, by saying it’s somewhat similar to a bad case of PMS. I’m obviously speculating, as I am clueless to what it feels like when my non-existent ovaries ovulate.  In any case, everyone knows pain, pain is universal, and pain is what you feel when you enter Peru. Not right after you cross the border, but some 60 miles in, when the mountains yield to the supremacy of the desert. There’s about 620 miles of dunes separating Piura, in the Northwest tip of the country, from Lima, the Capital city.

610 miles of sand between Piura and Lima.
The desert fascinates me, I’m sure I’ve said it before. I had an interesting conversation with a police officer yesterday. I stopped at a gas station in the middle of nowhere, woke him up from his pre-lunch nap and fell victim to the now too common interrogation –where do you come from, where are you going, are you not scared of traveling alone, etc –. We ended up talking about the desert, its great magnetism, simultaneously inhospitable and beautiful. Hostile and inviting at the same time. A land that kills but gives its victims a peaceful death. A place of extremes, and because extremes seduce me, (especially when their counterparts are also at hand), while in the desert I’m a truly happy man. This is when the sassy reader wonders ‘where does the kick in the nuts/ovaries fit in this scenario of happiness?’. Well, the harsh blow to the nose of my soul is not inflicted by the desert, it’s given by the communities that populate it.
The Pan-American Highway takes pleasure in going across dozens of towns before reaching the Capital. “Towns” is a shameful euphemism I must use to be politically correct in describing what I’d really say are garbage dumps with people living on them. I’d never seen such insalubrious places as the ones I’ve driven through these past two days. I know I’m not the fairest judge of crappy towns since I was lucky enough to be born in the First World, and the most repulsive city in Spain is a decadent vacation town called Benidorm. But, I have enough common sense to know that certain places should not be inhabited by people.

Trash is King in these towns. It floods the streets and road verges. When I approach one of these towns, a horrible smell of decomposition always succeeds in making its way into my nostrils, even with the helmet’s face-shield shut down. The stench comes not only from the ever-present garbage, but also from the factory chimneys that border these villages.
Houses are mostly made of sun-dried bricks and they’re in a perpetual state of mid-construction. The windows have no glass panes, so I’m sure the perfume of death is an extra tenant in all places of residence. ‘Residences’ is a generous term to designate these terrible constructions where whole families live. They’re indecent holes where people don’t live but survive.  They survive in a world of waste and refuse, in the middle of an insufferable stench that is only lessened by the desert’s sand and wind, sometimes.

Topping the surrealness of it all is the constant presence of “God” in the walls, roads, and even some mountain hillsides that say “Christ is my guide”, “God is my savior”, “The Lord is my Sheppard”, “God lives here”… There’s some villages that were christened “City of God”, or something like it, by some Mayor of old who made it legitimate by planting a huge billboard at the goat-trail-turned-Main-street at the entrance of town. This omnipresence of the Christian divinity has made me think about certain aspects of religion, and the places our pal Jesus of Nazareth chooses to take his well-deserved time off.

I’ve traveled around, and after two years of working for a catholic news channel I’ve come to the conclusion that the presence of God is inversely proportional to the growth of a devoted parishioner’s bank account. This is a generalization, I know, and as such it’s quite limited but not necessarily less true. Putting it simply: The less money you have, the greater need to have God in your life. It’s not exactly a matter of money, but a consequence from the lack of it. Lower purchasing power means lower quality of health, food and happiness. The lesser the possibility of happiness, the greater need for hope. And the thing about hope is, that when there’s nothing else to sustain it, it can only feed itself from that which is supposed to be there no matter what: God.

God also promises life after death. Yes, this life sucks beyond measure, but eternity in heaven will be a whole different story. The Bible says something like “Blessed are the poor in spirit, for theirs is the kingdom of heaven”. In other words: “Don’t worry too much about life on Earth. Even if it’s terrible, and you’re hungry and live in a dump, heaven has wonderful things in store for you”. Let’s assume Jesus did walk the Earth and actually preached about “Blessed are those who…”, I highly doubt it was his intention to oppress the poor. My idea of Jesus is that he focused more on teaching about humility and not about keeping people content in their misery. This is my idea, the Church tends to interpret the Bible differently.

Centuries of oppression have turned Jesus’ lesson on humility into a way of manipulating the poor and especially those in the Third World, getting them to use religion as a refuge to accept their conditions in the hopes of something better to come. I don’t think of Jesus as a weak and meek guy. I think he ‘turned the other cheek’ only in a metaphorical way. Over 2,000 years after his death I honestly think that if he got up today (for reals this time), he would run to his beautiful – and somewhat loose - Mother’s side.

The issue in these times and in these places is not a matter of believing or not believing in God. It’s about needing or not needing God. Atheism is a First World privilege, an asset of the well-off classes. The faith in Science and Medicine is only practical if you can afford health insurance and the necessary education to understand the theories of a crazy genius like Stephen Hawkins. But when you inhabit one of  “God’s Cities” religion is not an option, it’s a necessity. The eternal paradox of the believer: ‘God is loving and almighty but there’s a reason why he seems to abandon us and doesn’t help us with our misfortunes. This is why we need Him, and our faith in Him has to grow everyday’.
Only the rational and educated man doubts.

Tomas Ericsson in "Winter Light".
Ingmar Bergman, the great filmmaker, was a master in expressing religious uncertainty and the agnostic man’s loneliness. He spent his last years transitioning from wanting to be a believer, to standing pretty firm in his faith. This came after long periods of deep thought and, it seems that the certainty of the end being close attracted him to the idea of God as something more patent, more possible. Even so, his concept of God was not as vital as it is for those who truly need God to live a life that is unbearable otherwise.

There’s no room for doubt in these sun-dried brick houses, because the seed of doubt can’t be planted where there isn’t time for deep thought. And how can you loose yourself in deep thought when you have to worry about stretching breakfast so you can go straight to dinner and not send the kids to bed on an empty stomach. I saw one of these kids when I stopped at a red light. He was holding his mother’s hand. As an observer I was ashamed of my very presence there. Me, with my First World problems, passing through the land that God forgot, even though it bears his name. The money Don Solaris spends in gas everyday would feed one of these families for a week. Don Solaris wonders where he’s going to eat tonight and where he can find a Laundromat to drop off his clothes to be washed. That family can afford one meal a day, if any, and hangs their clothes to dry in the open air with the putrid fumes coming out of the chemical plant. Don Solaris is disgusted with the overflowing garbage, and those kids are just kids, pretending to be sailors in a sea of trash. Don Solaris can afford to be a hardened, sarcastic atheist. Them, not so much.

I speed up in my Roro (there’s still some 250 miles of desert before I reach Lima), and I left that mother and her child behind. I distanced myself from such poverty, and the sadness of a town called “Valley of God”. I would say I was distancing myself from God as well if I wasn’t so utterly convinced that God, without a doubt, does not live there.


"Valley of God welcomes you". Just that...enjoy.

In the back, right by the smoke coming from the burning trash, a cross

My God, why have you forsaken me?


Leaving the Valley of God behind.


Tuesday, February 12, 2013

Sueñan los turistas con Incas eléctricos?


"Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas mas allá de Orion. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de las puertas de Tannhauser. Todos esos momentos se perderán… en el tiempo… como lágrimas en la lluvia". 

Esa era la preciosa parrafada que el replicante Nexus 6 Roy Batty le soltó a Deckard justo antes de morir, en lo alto de aquel destartalado rascacielos de Los Angeles en el año 2019. Deckard, con todos los dedos rotos y con menos clase que Peter Lorre huyendo de la poli en Casablanca, le escuchó pacientemente, mas que nada porque estaba hecho mierda después de la paliza de antes y porque no le quedaba otra. Pero no creo que realmente entendiese la esencia de las últimas palabras de uno de los malvados mas nobles que ha creado jamás la historia del cine. Roy quiere vivir mas tiempo porque desea conocer y experimentar mas cosas. Visitar nuevos lugares en el espacio sideral. Como viajero en la fantasía apocalíptica de Blade Runner, sus vacaciones de Verano son ciertamente peculiares, pero no dejan de ser viajes. Hay algo, sin embargo, que diferencia las experiencias que vivió Roy de las experiencias de viaje de un turista real en la época de hoy: A Roy Batty no le sacan una pasta por visitar las puertas de Tannhauser. No existe un precio hinchado para turistas replicantes y otro normal para los Tanhanuenses. Y tampoco la empresa responsable de las visitas al monumento de Orión abusa de los visitantes. El transbordador espacial que lleva a ver los brillar los rayos C no es la única forma de llegar, y no desangra a los visitantes multiplicando el precio por mil sobre el coste real. El universo donde Roy Batty vive y muere es, a pesar de su oscura decadencia, un universo mas justo y respetuoso para con los turistas. No se puede decir lo mismo de Perú.

Roro y yo decidimos hacer una visita al Machu Picchu en nuestro paso por Perú. Un lugar mágico, dicen, el último refugio del imperio Inca. Otros dicen que no era mas que una residencia de verano de las clases pudientes. Fuera lo que fuera, ha sido designado como una de las maravillas del mundo moderno, y como tal ha procreado tanta fama que miles de visitantes lo visitan cada día. El "Santuario" está en lo alto de una montaña, alejado de Cuzco unos 84 kilómetros. La única manera de llegar es en tren o caminando hasta Aguas Calientes, la comunidad que queda mas cerca de Machu Picchu, desde donde salen otros autobuses que suben a las ruinas. Desde Cuzco salen también autobuses que llegan hasta "Hidroeléctrica", un pueblo que está a tres horas de caminata de Aguas Calientes. Caminar desde Cuzco lleva unos cuatro días, en lo que célebremente se denomina "Camino Inca". No se puede (o no se debe) hacer por cuenta propia, hay que contratar un guía. Si uno no tiene tiempo o ganas para dejarse sudor y lágrimas paseando por la jungla durante cuatro días no queda otra que coger el tren o una combinación de autobús-caminata-tren. La opción mas barata en tren cuesta unos $140 ida y vuelta. El transporte para llegar desde Cuzco a la estación sale por unos $20 día y vuelta. El bus que sube a las ruinas, $18. La entrada al santuario, $50. Alojamiento y comida, unos $40. En total uno tiene suerte si la Inca-broma le sale por menos de $260. Cuando digo "uno", me refiero a un extranjero. Es distinto para los peruanos. El tren que lleva a Machu Picchu desde Cuzco, solo para peruanos con identificación válida, cuesta unos $4. La visita a las ruinas, $25. Es decir, el "precio gringo" es unas diez veces mas caro que el precio local. El Macchu Picchu es "la maravilla" mas cara de visitar del mundo. Es la trampa turística mas brutal que he visto nunca. Es, en palabras escuetas, un abuso. Y lo increíble es que unas 2000 personas aceptan y sufren ese abuso cada día. 2000 visitantes al día se traduce en millones de dólares al mes. Millones de dólares es mucho dinero, yo diría que mucho mas de lo necesario para el mantenimiento de los trenes y las ruinas, y un beneficio mas que generoso para los peces gordos que están detrás del negocio. Hay alguien que se está haciendo de oro con este lugar mágico que es Machu Picchu, y no es precisamente el pueblo peruano.

Tengo un serio problema cuando enfrento abusos de este tipo. Incluso teniendo dinero de sobra para pagar el absurdo precio de la visita a Machu Picchu -que no es el caso, pues mi cuenta bancaria empieza a sufrir mi periplo americano- hay algo que me impide aceptar el despotismo turístico. Me parece justo que siempre haya dos alternativas, una barata para los visitantes humildes y otra lujosa para los afortunados adinerados. En el caso del Machu Picchu existen dos alternativas, una cara para los humildes y otra lujosa para los adinerados. Como no tengo dinero para la versión pomposa, con tren tipo Orient Express, alojamiento en hotel de súper lujo al lado del santuario, cena gourmet y posiblemente masaje con final feliz, decidí que la visita a la gran joya del imperio Inca tendría que esperar. El día que me pueda gastar $3000 en vivir la magia del último refugio inca lo haré con gusto, pues aunque es mucho dinero también se recibe mucho a cambio. No es un abuso cuando se paga lujo con dinero. La opulencia cuesta pasta, y si uno la quiere, la paga. Es justo. No es una cuestión de cuanto se paga, sino del coste real de lo que uno paga, y el abuso comienza cuando el 90% de lo que pagas va al bolsillo del gordo cabrón que tiene el monopolio del transporte a las ruinas. Es una indecencia y lamentable que tanta gente esté dispuesta a aceptar eso. Y como la avaricia no tiene fin el precio seguirá subiendo hasta que el número de visitantes descienda, si es que eso llega a pasar. 

Es curioso como la gente se queja de todas las injusticias y atropellos cuando pasan en casa. Se sube el precio del autobús en Madrid un par de céntimos y la protesta es inmediata. Pero se incrementa a mas del doble el tren a Machu Picchu en los últimos tres años y nadie dice esta boca es mía. En las vacaciones uno no protesta "porque son las vacaciones y estamos disfrutando tío!" Y "es algo que solo se ve una vez en la vida macho!" "No seas rata coño!" Esta es la filosofía del turista: Deme usted por culo una vez mas que estoy de vacaciones. Use condón por si acaso, pero si hace falta penétreme otra vez, yo consiento.

Pues yo no, lo siento mucho, pero no consiento. Y duele no visitar una de las maravillas del mundo, pero no duele tanto como que me revienten el ano en plan turista. Y al fin y al cabo no es el propósito de mi viaje. Aunque la visita a lugares sea uno de los alicientes de esta aventura, no es lo mas importante. Lo mas importante es lo que sucede dentro de mi cabeza mientras viajo, y la gente que conozco, las personas que me enseñan nuevos horizontes, quizá no físicos como el célebre Picchu pero sin duda horizontes y perspectivas que me ayudan a crecer. En Perú: Rodrigo, Beatriz, los dos viejitos hippies del restaurante de Lima, Diego el pastor en el camino a Cuzco, Caro la salvaje motera y Manolo el outsider con su chopper en Arequipa, Frank y su recién descubierta casa donde colgar el sombrero… todos ellos son mi Machu Picchu. A diferencia de Roy Batty tengo la suerte de no ser un Nexus 6 y vivir muchos mas años que los replicantes, y si bien es cierto que ni he visitado las puertas de Tannhauser ni el fascinante Machu Picchu, me siento afortunado de tener en mi vida a los nuevos amigos que hago en el camino. Y estoy seguro de que, porque mereció la pena, cuando llegue la hora de morir no me importará que todos esos momentos, como los recuerdos de Roy Batty, se pierdan. Como lágrimas en la lluvia.


Sin Roro yo no subo al Macchu Pichu ni loco.






Monday, February 4, 2013

Muerte indecorosa de una abeja


Un bonita abeja, llamemosle Maya que es nombre de bicho, nace un día. La desgracia de nacer en un panal es que o eres la reina, o eres parte de los currantes. Maya no tuvo la suerte de nacer con sangre azul y al no pertenecer al linaje real no le quedó mas remedio que empezar a dejarse el pellejo trabajando para el bien de la comunidad. Maya no tiene fines de semana libres ni se puede coger ningún puente. No se toma una cervecita al llegar a casa después de un duro día de trabajo. No tiene vida social, ni real ni virtual, pues en la colmena no existen ni bares ni facebook. Maya no tiene grandes aspiraciones, ni puede mojar sus penas en alcohol pues en el panal no existen ni las penas ni el escocés de Malta. Un día, Maya sale de reconocimiento a polinizar y esas movidas que hacen las abejas y, en el lapso de un microsegundo, muere reventada contra el visor de mi casco.

Parafraseando a Boris Yellnikoff: En este vasto, negro e inexplicablemente violento e indiferente universo, y debido a una concatenación astronómica de circunstancias, el camino de Maya y el mío se cruzan… y ella muere. 
Boris Yellnikoff en "Whatever works"
Yo limpio el casco con el guante, algo que nunca se debe hacer pues queda mas guarro que con las gotitas de sangre de abeja aleatoriamente esparcidas por el visor que terminan secándose con el aire. Maya nunca anticipó su muerte, posiblemente ni siquiera tuviera consciencia de su propia vida. Yo, como ser humano motero, anticipo mi muerte unas cuantas veces por minuto cuando estoy en la carretera. Sin esa anticipación ya me habría ido al otro barrio, posiblemente aplastado debajo de un camión peruano y con varios de mis miembros desparramados por la carretera y el monte. 
Anticipando los movimientos de una vaca.
Los humanos tenemos la suerte de poder anticipar eventos en cuestión de segundos, lo que en una situación límite como es conducir por ciertas carreteras de Sudamérica es definitivamente importante si queremos contar nuestras batallitas a los nietos el día que los tengamos (me jode no tener hijos porque eso básicamente supone que jamás tendré nietos). 

La anticipación me ha salvado la vida varias veces, y esa es la parte positiva de esta grandísima hija de puta. La insulto porque se lo merece, ya que en la mayor parte de los casos la anticipación me hace la vida un tanto miserable. La realidad nunca es tan intensa como la anticipación de la misma. Uno se va de vacaciones y que es lo mejor de las vacaciones? Los momentos en que se planean, el último día de trabajo pensando en los eventos maravillosos que uno vivirá en sus escasos días de asueto veraniego. La anticipación a lo bueno crea expectativas que nunca se cumplen. Por eso la realidad es siempre mas aburrida que la imaginación. Incluso la anticipación al sufrimiento, al dolor, es mil veces mas intensa que el dolor real cuando llega, y por lo tanto mas interesante. La anticipación a la muerte, por ejemplo. Uno siempre se imagina muriendo de una manera noble y digna, heroica incluso. La pobre Maya murió destrozada contra el visor de un motero que pasaba por allí. No me puedo imaginar una muerte mas indecorosa que esa. Ah, es solo un insecto, no pasa nada… pero y los miles de muertos en accidentes estúpidos que pasan cada día? La señora que se ahoga porque deja el gas abierto, el padre de familia que lleva a sus hijos a la Pedriza y se encuentra con un gilipollas adelantando en el cambio de rasante. Aquel que sufre un ataque al corazón por subir las escaleras de su casa. El niño que se acerca demasiado a la piscina. El aneurisma provocado por un orgasmo de pago (bueno, ese está chulo). El tontorrón que se electrocuta en la bañera mientras se masturba por dejar la lámpara romántica demasiado cerca del borde. La señora pisoteada por los miles de locos que entran al Corte Inglés el día de rebajas. El tipo que se intoxica por abuso de Viagra. La mayoría de la gente muere de una manera absolutamente ridícula, pero nadie anticipa la broma. Es por eso que "se realista" es el peor consejo que se le puede dar a alguien. Coño la realidad ya es suficientemente aburrida, dejemos a la gente fantasear por lo menos. 

Llegué a Nazca, Perú, hace unos días. Entusiasmado estaba por ver las dichosas lineas que nadie sabe muy bien por qué y quien las dibujó. Durante años ese lugar permaneció en mi mente como algo mágico. La anticipación de verlas me creó unas expectativas insuperables. Y cuando finalmente las vi, desde el aire…la hija de la gran perra de la anticipación ya había hecho de las suyas. 
Sobrevolando las líneas de Nazca.
Se ven pequeñitas… porque el avión vuela demasiado alto por tema de licencia y asunto legal, me explicaron. Pero los dibujos son enormes, realmente. Sin embargo desde tanta altura se ven pequeños, así que lo de que fueron hechos para que se vieran desde el espacio… francamente no creo que se vea una mierda desde el espacio. Igual, son espectaculares, pero no fue espectacular verlos el otro día. Demasiado lejos. Por eso no tomé ni una sola foto de los dibujos, no me gusta estar tan lejos cuando fotografío. La fotografía, en mi opinión, debe ser tomada desde cerca. Siempre lo supe y siempre me costó, porque me siento un intruso cuando estoy demasiado cerca del extraño al que tomo una foto, pero lo intento. En Lima tuve la ocasión de conocer y ver trabajar a un verdadero fotógrafo profesional, Rodrigo Abd de Associated Press. 

Rodrigo Abd
Rodrigo se acerca a la gente. Toma la foto y sonríe. Le acompañé en un día entero de trabajo y no vi a nadie quejarse. El tipo tiene un áurea que le hace increíblemente amigable. Por supuesto no es siempre así, él mismo cuenta como muchas veces le cuesta que le acepten. A veces tiene que pasar días conviviendo y haciéndose amigo de gente antes de disparar una sola foto. Pero lo consigue, y retrata con un ojo acojonante la historia que está contando. Él dice que es periodista antes que fotógrafo, incluso remata que no tiene ojo, que hace mil fotos sin saber bien que hace. Diga lo que diga me da igual, el resultado es apabullante. 


Tiene los cojones de irse a zonas de guerra y expresar de manera única las desgracias de los conflictos armados. Y ni siquiera es lo que le mueve. Le mueve perseguir una historia que nunca se ha contado, infiltrarse en un ambiente que jamás vio fotógrafo cerca. Y esa es la cuestión: cerca. La única fotografía que respeto que se tira con grandes teleobjetivos es la de retrato de pájaros, y mira que es tediosa. Por supuesto hay que ser un conocedor de la idiosincrasia humana para poder acercarte y que no te hostien de inmediato. Rodrigo sabe hacerlo, es casi un psicólogo, y le admiro profundamente por eso y por su ojo estético. 

Las líneas de Nazca, sin embargo, se dibujaron para verse desde lejos. O quizá no… pero esa es la creencia popular. "Como son grandes y no se aprecian a nivel del suelo, la razón de su existencia solo puede ser que fueron creadas para verse desde el aire". Mas lo pienso, mas me parece esa conclusión una tremenda gilipollez. Los Incas eran definitivamente gente megalómana, los pre-incas debieron de serlo también. El tamaño de los dibujos puede deberse a las ansias por crear algo gigantesco, algo que refleje lo grandioso de una civilización. La tradicional idea europea de que los extraterrestres les visitaron… pues hombre, tiene algo de sentido, sobre todo por los dibujos geométricos que sugieren "pistas de aterrizaje", y una de las formas que con algo de razón y poca imaginación se le nombra "El astronauta". 

El "Astronauta"
Pero prefiero pensar que el motivo del tamaño de los dibujos no es el jodido E.T. y sus colegas de la telefónica, sino una capacidad artística sin precedentes que esta gente tenía. Que los hicieron tan grandes para estar mas cerca de su creación. Para sentirlos de cerca, en vez de para ser vistos de lejos. 

La desafortunada Maya murió contra mi casco porque no pudo anticipar el choque, por no ser humana y carecer de un cerebro medianamente desarrollado como es el de los humanos. Se paseaba demasiado cerca de mi casco y eso acabó con ella. Yo, que soy humano, puedo usar mi capacidad de anticipación para apreciar el valor de la cercanía. Como ser humano pensante, quiero imaginar que las lineas de Nazca fueron hechas por artistas que valoran como yo la importancia de la proximidad. Eso, claro está, es porque soy un egocéntrico redomado y me gusta creer que mis opiniones son las mas relevantes y apropiadas. Ah, pero es que no lo son?



En el desierto, cerca de Nazca, tres muertos.


A volar.

Vistas desde la avioneta.



Con Rodrigo.

Saliendo de Nazca, dirección Cuzco.


Diego, pastor en el camino a Cuzco.

Rodrigo se moja para conseguir una buena foto.


Llegando a Nazca.


Cerca, siempre cerca.


Llegando a Cuzco, saludando a los Andes.

Reportero gráfico.